El rompecabezas del agua – Martín Vásquez Villanueva

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La falta de agua que estamos viviendo en la ciudad de Oaxaca tiene las proporciones de una verdadera emergencia. Es una deshidratación social que para remediarse exige medidas extraordinarias, eficaces y que garanticen su permanencia en el tiempo. El problema es altamente complejo y son tantos los factores involucrados que el panorama se presenta como un auténtico rompecabezas, donde todas las piezas son importantes y tienen que colocarse en el lugar que les corresponda.

Cuando pensamos en el problema del agua, en lo que nos fijamos es en que al abrir la llave de nuestro domicilio no sale nada. La necesidad es tal y las complicaciones que implica para nuestra vida cotidiana no tener agua son tales que difícilmente pensamos en que el agua es un recurso que se mueve cíclicamente alrededor del planeta y que su salud depende de las interacciones que tiene con la atmósfera, los suelos y la vegetación. Entonces no se trata de nada más usar el agua y en muchos casos desperdiciarla, sino que también hay que saber proteger los ecosistemas a los que regresa, para que no se interrumpa su ciclo vital, que hay que entender como una pieza central del rompecabezas.

En Oaxaca tenemos un sistema hidrológico complejo y extenso. Una pequeña fracción de nuestras fuentes de agua son subterráneas, no más del 2%, y la mayor parte son superficiales, lo que las hace propensas a la sobreexplotación y la contaminación. ¿De dónde traemos el agua a la ciudad? ¿Cómo la traemos? ¿Cuánto nos cuesta traerla? ¿Cómo sale después? Más piezas del rompecabezas.

El sistema de distribución del agua en nuestra ciudad resiente ya el paso de los años y necesita rehabilitación y mantenimiento, además de que existen inequidades estructurales en la red que dejan zonas enteras sin agua entubada. La escasez del recurso hídrico, y esto se va a agravar en los próximos meses, que serán el pico de la temporada de estiaje, ha obligado a su distribución por tandeo, de modo que, como son las tandas, a veces te toca y a veces no.

Hay una pieza dolorosa en todo este rompecabezas y es el tema de la fugas, que provocan la pérdida de hasta un 50% de la escasa agua disponible. Hay fugas en todo el sistema, incluyendo los tanques de almacenamiento y las líneas de conducción, primarias y secundarias, pero donde más se presentan las fugas es en las tomas domiciliarias. El grifo al que ya se le gastó el empaque, el sapo del excusado que ya no tapa bien el orificio del desagüe, la llave que se queda goteando. Y además de las fugas físicas o de infraestructura están las fugas por comportamiento irresponsable: cantar en la ducha, lavar el coche con manguera, lavarse los dientes con el agua corriendo en el lavabo y un largo etcétera de inconsciencia y desperdicio, a lo que habría que añadir, además, las fugas criminales por medio de tomas clandestinas, el huachicoleo del agua.

Se calcula que con una verdadera cultura del cuidado, con regaderas, fregaderos y excusados ahorradores de agua, con hábitos de reuso y conservación, con una mayor conciencia del valor de este recurso, el consumo se reduciría drásticamente: si el día de hoy se necesitan 1,100 litros de agua por segundo para abastecer a la ciudad y la zona conurbada, con un uso del agua de manera correcta por parte de todos se necesitarían, según los expertos, no más de 400 litros por segundo.

Por todo esto, es claro que para armar el gran rompecabezas del agua se requiere de un esfuerzo mayor de gobernanza, que involucre no solo la coordinación de los gobiernos federal, estatal y municipal, y la participación activa de los poderes legislativo y judicial, sino también el compromiso de las organizaciones de la sociedad civil y, de manera crucial, de las comunidades, las familias y los individuos, que son los usuarios directos y beneficiarios últimos del recurso hídrico. En este sentido, debe verse con buenos ojos que el Gobierno del Estado haya presentado recientemente un Programa Especial de Agua y Saneamiento, con acciones a corto, mediano y largo plazos que incluyen desde la rehabilitación de la red de distribución en la ciudad de Oaxaca, medidas de saneamiento de los ríos que la atraviesan y regulación del comercio local del agua —es decir las pipas, cuyo precio se ha desorbitado—, hasta la recarga de acuíferos, la protección de las cuencas y la restauración de áreas deforestadas. Es de esperar que dicho programa no se quede nada más en lo enunciativo y que vaya brindando resultados que permitan superar la emergencia hídrica, dando por fin la oportunidad a todas las oaxaqueñas y a todos los oaxaqueños de ejercer su derecho, consagrado en la Constitución, “al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible.” ¡Que viva Oaxaca!

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